¿Sostenibles o insostenibles? ...he ahí la cuestión.
Ya os hablamos del *algodón orgánico* en uno de nuestras primeras entradas del blog. Se trata de la fibra vegetal por excelencia, suave, versátil, esponjosa y transpirable. A diferencia del algodón convencional, al estar cultivado sin pesticidas ni insecticidas químicos, se ha minimizado su impacto medioambiental –las plagas se combaten de forma biológica, a través de otros insectos; en los campos de cultivo se practica el barbecho o la rotación para que la tierra se pueda regenerar; no se utilizan semillas transgénicas, ni fertilizantes sintéticos... –. Además, tanto el el certificado GOTS como el Sello de Comercio Justo garantizan que se han mantenido unas condiciones laborales y sanitarias justas para los trabajadores involucrados a lo largo de todo el proceso, lo que elimina el riesgo del trabajo infantil. De esta forma se obtiene un tejido de mejor calidad, más transpirable, duradero y sostenible.
El *lino* procede de la planta del mismo nombre. Tiene unas propiedades similares a las del algodón, en cuanto al tacto y la caída, con la ventaja de que requiere muy pocos pesticidas –la extensión de los campos de cultivo es menor–. La desventaja es que se arruga con demasiada facilidad, por lo que en muchas ocasiones se mezcla con otras fibras sintéticas o se trata con productos químicos, motivo por el que dejaría de considerarse un tejido sostenible.
En la siguiente parte –seguimos con las fibras vegetales– os hablaremos del Bambú y la Soya.
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