Os hablábamos hace unos días de Biodiverciudad, y ni cortos ni perezosos, el domingo pasado nos apuntamos a uno de sus eco-safaris. Nos citaron en el Parque de la Fuente del Berro, en Madrid, a las once; y a pesar del frío pre-invernal que justamente empezó ese día, allí nos encontramos un surtido –y nutrido!– grupo, unido, sobre todo, por unas ganas tremendas de aprender. Son actividades que el Instituto Jane Goodall organiza pensando en toda la familia, hay tanto niños como adultos, y hasta me atrevo a decir que incluso algún abuelito, con todo su derecho, se había apuntado. Y allí, armados de prismáticos, libretas y cámaras de fotos –como exigía la ocasión–, no perdimos el hilo de nuestros fantásticos guías: Pepe Plana (especialista en botánica) y Alberto Madroño (especialista en ornitología), que nos enseñaron a ver, a escuchar y a descubrir todos los secretos maravillosos con que la Naturaleza nos sorprende incluso aquí, en plena ciudad.
Vimos a las cotorras argentinas, algún mirlo, urracas. Oímos cantar un estornino –había niños que ya eran capaces de identificarlos por su canto!!–. Vimos un olmo, con su típica hoquedad que sirve de refugio a algunas aves, un madroño, plátanos enormes, bambú, un haya púrpura –única en Madrid–, una secuoya gigante y centenaria, un gingo, un aligustre de Japón...
Veréis que el parque, de la época romántica –leimos hasta unos poemas de Becquer– precisamente en esta época está rabiosamente bonito y colorido, como nunca. Ni en los mejores cuadros de Monet.
Y finalmente agradecer al Instituto Jane Goodall que nos haya brindado esta oportunidad, a nosostros y a todos los asistentes. Y felicitarles por su labor educativa que desarrollan no sólo con los eco-safaris, sino con el proyecto BiodiverCiudad, que nos parece realmente necesario y enriquecedor. Repetiremos seguro.
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